martes, 24 de febrero de 2009

El sistema cooperativo enamora

Medio siglo antes que las anotaciones convencionales ya se desarrollaban aquí agrupaciones solidarias.



Después de mucho andar, el cordobés Ricardo Bazán llegó a la conclusión de que el cooperativismo argentino tiene su cuna en Paraná.

La cuna de miel y pan no podría ser más noble y llena de vida.
Las indagaciones le fueron marcando el camino y el corolario resultó natural. Llegado a un punto, Bazán gritó algo así como ¡Eureka!

Era lógico. Afirmar que en Paraná está la cuna de un movimiento asociativo que (si se multiplicara) podría constituir una verdadera revolución pacífica en la economía, en la sociedad; y advertir que esa condición fue ignorada por décadas, era todo un descubrimiento y un desafío a la vez.

Pero la clase dirigente escuchó como quien oye llover, y por ahí anda el estudioso, solo y empecinado, desgastándose en la impotencia.

Fechas, nombres, circunstancias, documentos: el aporte es sólido y todavía no encontró quién lo contradiga. Y si bien se trata de toda una riqueza cultural, un tesoro que los entrerrianos podríamos lustrar porque nos está devolviendo aquí y ahora una bella identidad, una raigambre para alimentar el orgullo, estos capítulos siguen siendo ignorados, qué llamativo, en el mundo institucional.

A quién le importa, claro, que ese pesado y amorfo “mundo institucional” mire estas cosas con la desidia de costumbre. Sin embargo, esa desidia se traduce en un freno para que el universo cooperativo sea comprendido en su dimensión trascendente, apreciado por la comunidad como sistema en sí y más aún por su desarrollo en este territorio, con modos propios.

Cooperativa, un mandato
Si se sostiene esta hipótesis de que en Paraná está la cuna del cooperativismo argentino o algo así, la comunidad verá que ese modelo es casi un mandato para las generaciones actuales y las que vienen, y entonces los gobernantes estarán ante un verdadero problema. Hacer la vista gorda les facilita conservar lo que hay, abrir los ojos los obliga a aceitar los cambios.

Baste decir que después de varios lustros en que la Constitución y las leyes mandan fomentar el cooperativismo y enseñarlo en forma teórica y práctica en todos los órdenes de la educación, los sucesivos gobiernos (mejor entendidos con el individualismo y la sociedad anónima) se encaprichan en incumplir la ley y postergar el cooperativismo. En algunos casos, cierta costumbre de ahorcar y luego subsidiar, mella la libertad que es tan propia del sistema cooperativo y de la democracia, y silencia a los cooperativistas.

Así actúan muchos dirigentes, ayudados, claro, por la ignorancia general sobre la fuerte identidad cooperativa de la historia regional.

Lo cierto es que en Entre Ríos conmueve la reunión de muchos de sus habitantes en agrupaciones solidarias. Y conmueven los orígenes mismos de esa marcada tendencia al asociativismo, esa actitud proclive a la cooperativa que en general –vale insistir- los gobiernos no han sabido/querido capitalizar e impulsar a fondo.

Hubo quienes estudiaron este fenómeno y dejaron testimonios harto valiosos para que las raíces del cooperativismo no se perdieran.

Hoy parece justo subrayar, entre los motores actuales del cooperativismo, la vocación de Ricardo Bazán, y su entusiasmo permanente por la búsqueda y el conocimiento y la difusión de las organizaciones cooperativas en el país y particularmente en esta provincia pionera.

Como tantos, Bazán valora lo de Rochdale en adelante, para la economía del mundo (en 1844 se crea en Rochdale, Inglaterra, la cooperativa de consumo Sociedad Equitativa de Pioneros de Rochadale). Pero agrega que el cooperativismo ya cumplió 150 años en Entre Ríos, es decir: fue experimentado apenas una década después de Rochdale.

Eso sin menospreciar el valor de ese puntal del cooperativismo panzaverde, Lucienville, nacida en 1900 (como La Agrícola Israelita) por la actitud solidaria de ayuda mutua entre colonos judíos, con epicentro en Basavilbaso y sus colonias aledañas. (En estos días, en que escuchamos o leemos expresiones tan poco felices, llamando a no comprar a comerciantes judíos con motivo del conflicto bélico en el cercano oriente, aquella proeza más que centenaria recupera su lustre y subraya la entrerrianía de la colonización de los Gerchunoff, de los Eichelbaum, mucho más honda que cualquier conflicto bélico).

Decir, claro, que nuestra Basso es la cuna del cooperativismo agropecuario, considerando incluso que esa hermana mayor de las cooperativas sobrevivió a mil y una crisis y sigue prestando servicios, no desmiente que antes de esa experiencia hubo otras con mayor o menor éxito en su tiempo y luego desaparecieron.

Si no conviene no existe
También vale advertir que si bien hay un legado innegable de Europa no puede descuidarse el espíritu solidario de los pueblos americanos, tan lejos del capitalismo individualista que implantó el conquistador. El mandato se torna, pues, doble. Y entonces se comprende mejor por qué la complejidad del cooperativismo en nuestros orígenes sigue siendo velada, menospreciada: hiere los ojos el abismo entre aquel modelo y el sistema construido, aunque las estructuras de hoy acepten la permanencia de muchas expresiones asociativas (casi siempre estranguladas) .

Las entidades cooperativas quizá estén en deuda con las recopilaciones de este buscador incansable, cuyo compromiso con el movimiento cooperativo lo lleva a veces, por decirlo de algún modo, a grados de paranoia porque no está a gusto en el sistema actual y está convencido, como otros, de que el modelo cooperativo es una alternativa tan magnífica como resistida. (Daría para otro capítulo enumerar las críticas que Bazán suele hacer –fuera de registro– a las estructuras, incluso a ciertas agrupaciones llamadas cooperativas sólo por conveniencia del poder, pero ésta no es la finalidad de esta nota).

Los datos aportados valen por sí mismos, y valen más por ese ninguneo que el empeño investigador ha sufrido de parte de tantos “popes” del cooperativismo. Por supuesto que este ninguneo no le ha impedido divulgar su obra, porque se las ingenia para colaborar en revistas y medios radiales, muchas veces a cambio de un “gracias” y poco más.

En UNO hemos publicado más de una vez algunas perlitas del cooperativismo, aportadas por este cordobés aquerenciado, novio fiel del sistema que hicieron famoso los tejedores de Rochdale, pero aquí sintetizaremos algunas de sus entregas más recientes.
Entre los muchos datos ofrecidos en esa recopilación todavía un tanto dispersa se encuentran historias notables sobre La Panadería del Pueblo y el Colmenar, pan y miel, ambos emprendimientos bien paranaenses de los tiempos de la Confederación con capital en Paraná y poco después, hace siglo y medio.

Raíces del porvenir
También se leen valoraciones sobre la Cooperativa de Alumbrado a Gas con más de 120 años, la sociedad La Clerical, la Cooperativa de Consumo 1ro. de Mayo; la Caja de Créditos Cooperativos y los bancos, la Cooperativa Eléctrica, todas de la capital entrerriana, y hasta las más recientes Cooperativa de Provisión de Carniceros, Cooperativa Tambera Paraná y Coceramic, por nombrar algunas.

Demás está recordar que hoy mismo y como fruto de aquellos esfuerzos pioneros, entre las empresas más importantes, de mayor facturación e incidencia social, se encuentran cooperativas de múltiples servicios como las de Concordia o Crespo, y decenas de emprendimientos vinculados a la producción del campo, el agua potable, la electricidad, el consumo, los servicios.

En recuadros aparte sintetizaremos algunos fragmentos de aportes de Bazán. Al rescate de fechas, nombres, decisiones, se suman testimonios de viejos cooperativistas que a un improvisado pueden parecerle de escasa relevancia, pero en conjunto echan luz sobre el universo de las cooperativas y las mutuales. Todo con la esperanza del autor, no tenemos dudas, de que son apenas raíces, fibrosas raíces vivas de lo que vendrá.

De El Hogar Obrero a las experiencias locales
Los aportes de Bazán están sostenidos en muchos casos en obras de Ofelia Sors, David Merener, César Blas Pérez Colman, Oscar Ricardo Tavani Pérez Colman y numerosos aportes vinculadas en forma específica al cooperativismo.

Esto además de sus entrevistas personales y sus búsquedas en diarios antiguos, archivos oficiales y privados de distintas localidades, álbumes familiares, revistas partidarias y estatutos de las propias cooperativas.

Entre sus entrevistados locales pueden mencionarse a Herminio Ludi, Eduardo Altman, Elio Leyes, Raúl Alcain, Alberto Ferreira Casco, dirigentes de cooperativas actuales, que en conjunto le ofrecieron un panorama detallado de la ubicación y las fechas de los distintos emprendimientos cooperativos.

Las historias de la cooperativa Mondragón, en España, y de la cooperativa El Hogar Obrero fundada por Juan B. Justo motivan particularmente a Bazán, y le sirven para comparar esos procesos con el de las cooperativas regionales. Su formación en el cooperativismo le ha permitido también una visión crítica sobre el desenvolvimiento de los modelos actuales no sólo en la argentina.

Una reunión de sus aportes aislados, a veces con datos sueltos y en otros casos con una ubicación en tiempo y espacio, podría ser de gran utilidad si el autor se diera tiempo, para el caso de que el cooperativismo comenzara a ocupar el lugar que la historia le ha marcado en esta provincia.

Cooperativa de Provisión de Carniceros
Entre los emprendimientos asociativos importantes del último medio siglo sobresale la Cooperativa de Provisión de Carniceros de Paraná Limitada.

El vecino Jaime Frenkel brindó los siguientes datos, siendo presidente de la cooperativa, para la tarea de recopilación y los archivos de Bazán.

“La Cooperativa de Carniceros fue fundada en el año 1958, si bien hubo intentos anteriores de formar una institución similar estos no prosperaron. Se concreta a partir de la solidez del Centro de Carniceros Minoristas de Paraná para hacer frente al mal abastecimiento de carne que estaba monopolizado por la Municipalidad de Paraná como ‘único abastecedor’”.

“Sus inicios se hacen como usuario del frigorífico municipal para atender a sus asociados. Primero con transporte municipal para el reparto, y al poco tiempo se compran dos camiones Bedford cero kilómetros, se los transforma en térmicos para el reparto siendo un gran salto para la cooperativa. Simultáneamente se compra un camión Mercedes Benz para el transporte de ganado en pie, que era todo una novedad para el año 1962. Se mandan a construir dos cargadores de ganado en zonas de influencia para las compras, uno en La Picada y otro en la zona de Aldea Brasilera pues los campos no contaban con estas herramientas. Las compras en la zona de Victoria que eran muy importantes venían por arreo (4 días) y de algunas localidades se traían en tren”.

“La primera sede administrativa estuvo en la casa del Directivo Benjamín Selman y el primer empleado fue un joven de apellido Maravankin. La gerencia la ejerció Don Ventura Ríos y como comprador de hacienda Don Leonidas Del Castillo, ambos carniceros fundadores. Posteriormente la entidad se traslada a la calle Alem Nro. 23. De ahí a calle Misiones y actualmente en Avda. Ramírez 2883”.

“En la faz de su desarrollo económico la empresa tuvo grandes altibajos por razones ajenas a la cooperativa, no obstante se creció en camiones de transportes y se adquirió un campo para depósito de hacienda. En la faz industrial en el año 1976 se comenzó a pensar en una planta frigorífica y luego de muchas alternativas se logra la autorización para realizar la misma en el lugar que hoy se encuentra”.


Gusanos de seda y abejas en el centro
Las nuevas recopilaciones también traen a la memoria un emprendimiento notable de dos hermanos franceses con colmenas y gusanos de seda, en el predio que hoy ocupa el Colegio Nacional de Paraná.

Bazán toma citas de Pérez Colman: “En 1861, los naturalistas franceses Maximiliano y Oscar Durand Savoyat fundaron en Paraná una empresa de carácter cooperativo, para explotar la apicultura en forma científica y en gran escala”.

“Al efecto, los señores Savoyat ocuparon la antigua quinta edificada por el coronel Alfredo Du Graty que luego fuera del general Lucio V. Mansilla, ubicada en los terrenos situados al Norte de la iglesia San Miguel. Desde entonces y por muchos años, el sitio aludido se denominaba en Paraná El Colmenar, en recuerdo del establecimiento fundado en 1861”.

“Los Durand Savoyat iniciaron sus trabajos con cuarenta colmenas de buena clase, y al mismo tiempo organizaron una cooperativa popular. Cada suscriptor adquiría una o dos colmenas, que los Durand Savoyat cuidaban, repartiéndose luego los beneficios por partes iguales. Según los prospectos, cada colmena debía producir un termino medio de un quintal de miel y cera por año, más diez enjambres”.

“Estos se recogerían y pasarían a ser explotados en las mismas condiciones antedichas. La sociedad daría comienzo el 1° de enero de 1865 y su duración sería de tres años”.
El 1º de enero se cumplieron pues 144 años de aquellas experiencias. Bazán señala que en los archivos del doctor Oscar R. Tavani Pérez Colman encontró publicaciones que documentan esos inicios.

Por ejemplo, se lee en el diario local: “Jueves 8 de Diciembre de 1864, bajo el título Nueva Industria: “Se nos asegura que la quinta que fue del S. Du Graty, ha sido alquilada por unos súbditos franceses para establecer colmenares, y la cría del gusano de seda en mayor escala. No hay que dudar del éxito de la primera industria. En cuanto a la segunda, los ensayos hechos por el Sr. Bernard, no pudieron ser mejores. La muerte de ese activo é inteligente industrial, nos privó indudablemente de que ya conociésemos entre nosotros los beneficios de tan importante ramo de comercio. Con conocimiento de los ensayos del Sr. Bernard, auguramos a los nuevos especuladores un feliz resultado; y á fe que lo deseamos de veras”.


Daniel Tirso Fiorotto